Ecoansiedad: cómo evitar quedarse atrapado en el miedo al cambio climático

El cambio climático no solo afecta a las temperaturas y al tiempo, sino también a nuestro estado de ánimo, amenazando con hacernos sentir impotentes, débiles e incapaces de concentrar nuestras energías para tener un comportamiento positivo y útil. O bien, nos hace creer que todo lo que hacemos es dañino para el medioambiente, dejando que nos invada una sensación de negatividad. Este sentimiento actúa como una barrera mental que nos impide actuar contra la crisis climática. Este estado de inmovilidad se denomina ecoansiedad y puede provocar estrés emocional y otras manifestaciones de angustia. Algunas personas acaban teniendo un sentimiento de culpa, o incluso de vergüenza, cuando se producen fenómenos meteorológicos extremos o efectos negativos tangibles en el medio ambiente, incluso en lugares muy alejados de nosotros. Los más jóvenes son muy conscientes de las consecuencias negativas del calentamiento global, pero precisamente porque son jóvenes a menudo se sienten impotentes e incapaces de cambiar las cosas, además de desconfiar de las instituciones. La ecoansiedad también puede estar relacionada con una decepción con las tecnologías que tardan en llegar o que no consiguen los resultados deseados. Este desánimo ante algo que parece a la vez inminente pero también indefinido en el tiempo y el espacio -el calentamiento global-, combinado con un sentimiento de rebeldía, ha surgido especialmente en los últimos años, con el movimiento lanzado por Greta Thunberg y los actos de los Fridays for Future. Una importante movilización social que encontró el consenso sobre todo de las generaciones más jóvenes y aportó ideas útiles para la solución de problemas complejos. Sin embargo, en otros casos, la dificultad para lidiar con esta carga emocional puede llevar al negacionismo, es decir, a negar por completo que el problema existe simplemente porque uno se siente incapaz de manejarlo, con lo que acaba ignorándolo. En resumen, el malestar por el cambio climático puede generar un círculo vicioso que no beneficia a nadie. Comportamientos virtuosos, pero sin ansiedad En esta situación, surge una pregunta: ¿qué se puede hacer para mejorar el comportamiento cotidiano de las personas, ayudando a combatir el cambio climático, pero sin propagar la ecoansiedad? La solución, según los expertos en sociología y psicología, es tratar de fomentar comportamientos virtuosos desde el punto de vista social y medioambiental, utilizando las palabras y los mensajes de forma estratégica, convenciendo a las personas de que elijan un comportamiento que sea mejor para ellas y para la comunidad, pero sin sustos ni angustias. En psicología y economía del comportamiento, esto se denomina suave empujón (nudge, en inglés). Por ejemplo, en la estación de Estocolmo, las escaleras se han convertido en una especie de piano, animando a la gente a subir y bajar en lugar de tomar las escaleras mecánicas, solo por el gusto de tocarlas. El mismo argumento se aplica a todo: hacer más fácil el uso de la bicicleta podría reducir el impacto medioambiental del transporte privado, incentivar la compra de productos verdes en los supermercados promueve el bienestar del cuerpo y el del planeta. De este modo, las personas, incluso sin darse cuenta, pueden adquirir hábitos cada vez mejores y realizar acciones positivas para sí mismas, a la vez que se sienten útiles en el cuidado del clima y evitan cargar con una ansiedad innecesaria. Un argumento similar se aplica al uso de las energías renovables y a la utilización de las innovaciones tecnológicas: mediante este «suave empujón» es posible convencer sutilmente a la gente a adoptar una forma de pensar y actuar más sostenible, quizás incentivando la construcción de sistemas fotovoltaicos domésticos o sustituyendo las viejas calderas por dispositivos mucho más eficientes y respetuosos con el medioambiente.

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