Importancia del consumo sostenible

Descarbonización y transición energética son los frutos de decisiones gubernamentales y estrategias empresariales. Sin embargo, el impulso determinante llega de la actitud de las personas cuyo poder a menudo se subestima. Son precisamente los ciudadanos el auténtico motor de la sostenibilidad. Con su estilo de vida, sus costumbres y las decisiones de consumo tienen el poder de orientar desde las bases el mercado y, más en general, de crear un contexto social favorable a los pasos para salvaguardar nuestro planeta. La crisis climática como prioridad La conciencia de la imperiosa necesidad de cambiar nuestro estilo de vida se hace cada vez más evidente a través de los fenómenos (atmosféricos). El cambio climático, la contaminación, los efectos que produce el uso de combustibles fósiles o la explotación de los recursos y los modelos económicos no sostenibles se palpan con más nitidez. También la preocupación de las personas sigue creciendo. Dejando de lado la emergencia relacionada con la Covid-19, el clima que cambia por la actividad antrópica se considera como el riesgo número uno a nivel global. De acuerdo con una encuesta llevada a cabo antes de la pandemia por el Pew Research Center, el calentamiento global es la principal amenaza para el futuro de los países en opinión de los habitantes de la mayoría de ellos, naturalmente con diferencias significativas de un país al otro. Le siguen en esta clasificación el miedo al terrorismo y la posibilidad de ciberataques de alcance internacional. Más allá de las percepciones, no cabe duda de que el cambio climático ha tenido un impacto económico directo muy fuerte: se estima que, entre 1980 y 2017, el cambio climático ha costado 450 mil millones de euros tan solo en Europa y ha provocado, a través de sus efectos, más de 90 mil fallecimientos. De acuerdo con el Natural Resources Defence Council (Consejo de Defensa de los Recursos Naturales) de Estados Unidos, el precio del calentamiento global en términos de coste energético, de daños debidos a los huracanes y suelos desertificados, podría alcanzar solo en Estados Unidos el 3,6% del Producto Interior Bruto (PIB) mundial de aquí al año 2100. Las decisiones de la “Generación Verde” Asimismo, las condiciones ambientales están provocando cada vez más quebraderos de cabeza. El aumento de la contaminación acústica en las ciudades, la contaminación del suelo y el aire con substancias tóxicas y el despilfarro de recursos materiales y energéticos están guiando a los ciudadanos a tener comportamientos diferentes, cada vez más atentos a la sostenibilidad y la circularidad. Hay muchos ejemplos de eso: como la decisión de montar paneles fotovoltaicos en el tejado de casa, el uso de dispositivos inteligentes para una gestión eficiente del consumo o la movilidad eléctrica en la compra de productos cada vez más sostenibles y ecológicos. Esta nueva sensibilidad ante el medio ambiente se ha difundido sobre todo en las áreas del mundo más desarrolladas económicamente y entre las nuevas generaciones, aunque con algunas excepciones según los países. En Europa las dos terceras partes de los jóvenes consideran como prioritarias la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático, y eso con mucha más fuerza respecto a las generaciones anteriores. Una posición que se refleja en el comportamiento de cada día, como en el hecho de estar dispuestos a pagar un precio más alto por productos sostenibles o preconizar a las empresas y organizaciones que tienen un especial cuidado en sus decisiones laborales acorde al futuro de la Tierra. En este caso, las jóvenes generaciones, no por casualidad llamadas la “Generación Verde”, actúan de acelerador de la transición energética y del cambio de los modelos de comportamiento de la sociedad. Las empresas y la sostenibilidad como factor competitivo La atención al tema de la sostenibilidad en general, y concretamente a la descarbonización, constituye hoy para las empresas un factor competitivo, cada vez más decisivo no solamente en términos de reputación. En este sentido, la sostenibilidad determina toda una serie de ventajas concretas, que van de la creación de valor compartido para las realidades interesadas a la prevención de los daños debidos a catástrofes naturales, la reducción del riesgo ambiental y social o hasta la capacidad de adelantar las decisiones de las autoridades regulatorias. Y eso no es todo. Apostar por la sostenibilidad significa invertir en la innovación, creando productos y soluciones no solamente de bajo impacto ambiental sino también de mejor calidad y reduciendo el despilfarro. Estas son decisiones que conllevan una reducción de los costes a mediano y largo plazo y por consiguiente un aumento de los márgenes de beneficios y de los resultados financieros. Los mismos inversores, están cada vez más atentos en la gestión de los capitales a las tendencias de consumo globales y tenderán a preconizar aquellas empresas y organizaciones que hayan apostado con determinación por la lucha contra el cambio climático y la transición energética.

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Cómo el consumo sostenible orienta la transición energética

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