El camino por recorrer
Para conocer mejor las causas, los efectos y las posibles soluciones, lee nuestro informe: una panorámica sobre la transición energética en su conjunto, así como las acciones necesarias para salvaguardar el Planeta.
¿Qué entendemos por transición energética? ¿Por qué es tan importante para luchar contra el cambio climático? ¿Y qué es lo que ayuda a acelerarla? Todo lo que hay que saber sobre el reto más importante de este siglo
La Tierra se está sobrecalentando. De acuerdo con los datos de la Nasa, en 2019 la temperatura media fue de 0,98 grados más elevada respecto a los niveles preindustriales. El calentamiento global, además de provocar la fusión de los glaciares y la subida del nivel del mar, provoca otros cambios climáticos como la desertificación y el aumento de fenómenos extremos como por ejemplo huracanes, inundaciones e incendios: la alteración del clima podría causar daños incalculables.
Los científicos coinciden en achacar la responsabilidad de este cambio a las emisiones antrópicas de gases de efecto invernadero en la atmósfera. El principal de estos gases, el gas carbónico, procede al 90% del sector energético, concretamente de las centrales eléctricas de carbón.
En diciembre de 2015, a raíz de la COP21 de París, se firmó un acuerdo internacional que establecía el objetivo de mantener, antes de finales de este siglo, el calentamiento global por debajo de 2 grados respecto a los niveles preindustriales y, de ser posible, limitarlo a 1,5 grados.
Para alcanzar este objetivo, la herramienta principal es la transición energética, o sea, cambiar de un sistema energético radicado en los combustibles fósiles a uno de bajas emisiones o sin emisiones de carbono, basado en las fuentes renovables.
El proceso de transición energética no es algo nuevo en la historia. En el pasado ya asistimos a otros grandes cambios históricos, como el de la madera al carbón en el siglo XIX o del carbón al petróleo en el siglo XX. Lo que caracteriza esta transición respecto a la anterior es la necesidad de proteger el planeta de la peor amenaza que hemos tenido que afrontar hasta la fecha y que tenemos que hacerlo lo más rápidamente posible. Este impulso ha acelerado los cambios en el sector energético: en una década (2010-2019) los costes de las tecnologías renovables han bajado en un 80% para la energía solar fotovoltaica y en un 60% para la eólica onshore.
Sin embargo, la transición energética no se limita al cierre progresivo de las centrales de carbón y al desarrollo de energías limpias, sino que es un cambio de paradigma de todo el sistema. Una gran contribución a la descarbonización que llega tanto de la electrificación, que hace más limpios también otros sectores, como el transporte, como de la digitalización de las redes, que por su parte mejora la eficiencia energética.
Con todo eso se benefician no solamente el clima, sino también la economía y la sociedad. La digitalización de las redes habilita las redes inteligentes y abre camino a nuevos servicios para los consumidores. Desde el punto de vista medioambiental, las fuentes renovables y la movilidad eléctrica reducen la contaminación, mientras que las centrales de carbón pueden ser reconvertidas a una perspectiva de economía circular. Además, por lo que se refiere a la sostenibilidad social, los nuevos empleos podrán absorber las labores de aquellas personas que hasta la fecha han estado trabajando en el sector termoeléctrico. Es importante que la transición energética sea inclusiva y que nadie se quede atrás.
¿Por qué el cambio climático nos preocupa tanto? ¿Qué es lo que lo ha causado y qué riesgos corremos? Las causas del efecto invernadero que determinan las actividades del hombre y los compromisos asumidos para invertir la tendencia.
0,98° Aumento de la temperatura en 2019 en comparación con los niveles preindustriales
1,5° Aumento de la temperatura antes de 2030 - 2050 sin ninguna intervención
97% Porcentaje de calentamiento global que deriva del efecto invernadero antropogénico
Un verdadero cambio de paradigma. Por un lado, el reemplazo de las fuentes fósiles por renovables. Por el otro, el desarrollo de nuevas tecnologías como el almacenamiento y el hidrógeno, la electrificación de algunos sectores y la digitalización.
El desarrollo de energías renovables representa el corazón de la transición energética. En los últimos años la energía fotovoltaica y la eólica se han sumado a otras tecnologías ya maduras, como la hidroeléctrica y la geotérmica, y hoy son las grandes protagonistas de la transición en curso. Un verdadero cambio de paradigma centrado en la descarbonización, es decir, el abandono paulatino de las fuentes fósiles y, consecuentemente, en el cierre de las centrales de carbón. El desarrollo de nuevos sectores, como la energía marina y el hidrógeno verde, podrían contribuir en el corto plazo a la transición, mientras que serán decisivas las tecnologías de storage, es decir, sistemas de almacenamiento de energía capaces de compensar las intermitencias de fuentes como la solar y la eólica. El proceso de electrificación de los consumos y de algunos sectores y la digitalización de los procesos industriales y de las redes, también contribuyen a mejorar la eficiencia energética y a completar el proceso de transición energética.
Las fuentes renovables, en rápido crecimiento, constituyen el eje de la transición energética: gracias a la innovación continua se van haciendo cada vez más eficientes y competitivas. Y en el horizonte se perfilan nuevas tecnologías.
Si la meta de la transición energética es pasar a fuentes renovables, el abandono del carbón a corto plazo debe garantizar estabilidad y resiliencia de las redes. El gas natural cumple un rol clave.
La transformación digital favorece la transición de todo el sector de la energía, de la gestión de las plantas de generación eléctrica a los nuevos servicios para los consumidores, pasando por las redes inteligentes.
Los beneficios no son solo para el medioambiente. El desarrollo de las renovables y la reconversión de las antiguas centrales, ayudan a la economía y crean nuevos puestos de trabajo. Lo importante es que nadie se quede atrás.
La transición energética se ha vuelto necesaria para salvar a nuestro planeta de los efectos producidos por el cambio climático. Pero es erróneo pensar que los beneficios que produce son solo de índole medioambiental. Es cierto que las fuentes renovables y la electrificación reducen la contaminación y mejoran la calidad del aire (pensemos solo en la movilidad eléctrica), pero el cambio de paradigma producido por la transición energética también representa una gran oportunidad para el bienestar económico, el crecimiento del empleo y el desarrollo social de las comunidades involucradas. Por ejemplo, el nacimiento de nuevas figuras profesionales, los llamados green jobs, está vinculado a la evolución de las tecnologías renovables, mientras que el desmantelamiento de las viejas centrales de carbón puede ir acompañado de la recalificación de técnicos y la recapacitación del personal operativo en otros sectores. La lucha contra la pobreza energética de muchas zonas del planeta y las inversiones para garantizar el acceso a la energía limpia a todos, también representan una importante oportunidad de desarrollo para las comunidades locales. Lo importante es que la transición energética sea inclusiva y no deje a nadie atrás. En definitiva, una transición que sea justa.
Los beneficios de la transición energética y la revolución verde interesan principalmente el medioambiente, pero tienen un impacto positivo también en la economía, la sociedad y el bienestar de las personas.
La transición hacia las energías renovables no debe ocasionar nuevas formas de pobreza y otras desigualdades. Así es cómo se está actuando para que la descarbonización sea un progreso universal.
Sostenibilidad, protección del medio ambiente, lucha contra el cambio climático: los consumidores están cada vez más interesados en los temas relacionados con el futuro del planeta, y, en especial, las nuevas generaciones. Y eso repercute en empresas e inversores.