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Renovables. Basta de falsos mitos.

Renovables. Basta de falsos mitos.

Renovables

La transición energética está aumentando la necesidad de materias primas. Un papel clave, por ejemplo, lo desempeña el cobre, que figura entre los materiales más utilizados para las infraestructuras energéticas, incluidas las energías renovables. Y lo mismo ocurre con otros materiales como el níquel y el litio. Según los datos de la AIE (Agencia Internacional de la Energía), puede decirse que las reservas de materias primas como el cobre, el litio y el níquel, pero también de otros materiales, son suficientes para la transición energética.

Por ejemplo, se calcula que las reservas de cobre –actualmente extraíbles a un coste asequible– de más de 750 millones de toneladas, cubren 30 veces la demanda media anual necesaria para realizar la transición energética de aquí a 2030 (que se estima en unos 25 millones de toneladas anuales, un 25 % más que en la actualidad). Por consiguiente, durante los próximos 30 años, la demanda de cobre podrá cubrirse en gran medida con las reservas ya identificadas. 

En general, se concederá gran importancia tanto a los proyectos de extracción que ya están en marcha como a las nuevas inversiones que serán necesarias en este sentido.

También hay que tener en cuenta el funcionamiento de los mecanismos entre la oferta y la demanda, en los que, normalmente, a medida que aumentan la demanda y el precio, se intensifica la búsqueda de nuevas reservas de materias primas. Además, cuando el precio de un recurso sube excesivamente, el desarrollo tecnológico lleva a sustituirlo por otras materias primas con un coste más barato: un buen ejemplo de ello son las baterías, donde la innovación relacionada con el uso de materiales corre muy deprisa y asistimos a una continua evolución tecnológica. 

Por último, también desempeñarán un papel clave los proyectos innovadores de reciclado de materiales, cuyo objetivo será ponerlos a disposición de la construcción de plantas renovables. Y es precisamente gracias a estos proyectos y a las nuevas inversiones que será posible diversificar el origen geográfico para que la cadena de producción sea más estable y resiliente.

Energía solar

Energía eólica

Mediante el reacondicionamiento y la modernización, es posible prolongar la vida útil de una central eólica adoptando componentes de mayor rendimiento; cuando esto ya no es sostenible ni rentable, se procede al desmantelamiento. En ambos casos, es posible reciclar gran parte de los componentes de la central.  

Al estar fabricado con materiales metálicos, el aerogenerador puede reciclarse en un 90 %, mientras que en el caso de las palas eólicas, fabricadas con materiales compuestos –resinas reforzadas con fibras de vidrio–, no es tan fácil.  Por eso, se están estudiando varias soluciones nuevas para su gestión al final de su vida útil: como el proyecto Wind New Life de EGP, en Italia y España, para desarrollar una cadena de valor circular, con la recuperación de las palas para otros usos. 

EGP también colabora con la startup Act Blade, especializada en la producción de palas innovadoras recubiertas de un tejido técnico especial reciclable.  

Una iniciativa que se comercializará próximamente es «Hoooly!», la papelera inteligente, creada a partir de la recuperación de materiales de aerogeneradores en desuso. 

También hay una segunda vía para las palas eólicas, la de la reutilización; de hecho, las palas en desuso pueden usarse para mobiliario urbano, pero también para construir puentes, casas e incluso pequeños hoteles. 

Y por último, también se están estudiando nuevas soluciones para aumentar la sostenibilidad de las torres eólicas, como la ideada por nuestro socio, la startup sueca Modvion, que diseña torres eólicas de madera como alternativa a las tradicionales de acero, con las ventajas esperadas no solo en términos de sostenibilidad, sino también de logística y costes de instalación.

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Energía geotérmica

Energía hidroeléctrica

Almacenamiento

Los materiales se consideran críticos cuando su disponibilidad es limitada y, sobre todo, está condicionada por factores geopolíticos y económicos, por lo que también están bajo la atención de la UE, que mantiene una lista oficial de ellos. En la actualidad, existen básicamente dos tipos de baterías de iones de litio disponibles para uso industrial, y la diferencia radica en los materiales utilizados para el cátodo (uno de los dos «polos» de las celdas): en un caso níquel/manganeso/cobalto (NMC), en el otro litio-hierro-fosfato (LFP).

Las primeras (NMC) tienen una mayor densidad energética, es decir, una mayor capacidad para un mismo volumen y peso, lo que las hace más adecuadas para la movilidad eléctrica. En cambio, en el uso estacionario, cuando el espacio y el peso son menos importantes, «ganan» las LFP, entre otras cosas porque el desarrollo tecnológico las hace cada vez más compactas y potentes.

Así que la cuestión es de qué baterías estamos hablando: en las plantas EGP no se utilizan las NMC, que pueden plantear criticidades de suministro de níquel, manganeso y cobalto. En cambio, se utilizan las LFP, que son menos críticas porque dependen de un material –el litio– relativamente menos raro (sobre todo en perspectiva). La única excepción «virtuosa» para el EGP es el «Second Life», con el que damos una segunda vida a las baterías de los vehículos eléctricos (NMC), utilizándolas como sistemas de almacenamiento para estabilizar la red local de la central de Melilla (España). 

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